El otro día pensaba en toda la movida que se está generando en torno a la minera Aratirí, y como esto sirve de punta para un montón de temas que muestran nuestra mediocridad habitual.
Por un lado las marchas sociales que se organizaron en el puebo cercano de Cerro Chato, donde los puristas y tradicionalistas no quieren que la minera se instale porque contaminaría (lo pongo en condicional porque hasta donde yo sé, aun no está probado). Por otra parte, la gente “joven” del pueblo que busca una fuente laboral en la zona, y no tener que emigrar a otras ciudades más grandes.
Por mi trabajo he tenido que recorrer el interior completo en varias ocasiones y cada vez que paso por estas localidades pienso: ¿qué hace la gente aquí? El que no es funcionario público, o tiene un pequeño comercio, ¿de que vive? Algunos trabajan en emprendimientos y establecimientos rurales de la zona, pero sin duda los cupos para esos trabajos están limitados. Por lo tanto, la juventud se empieza a ir.
Hace unos años, antes de Montes del Plata, fuimos a Conchillas con amigos. La gente nos indicaba que vivían de los jubilados del lugar, quiénes volcaban sus ingresos en los pocos locales comerciales del pueblo. No quedaban jóvenes, ya que se habían ido a Carmelo, Colonia o Montevideo a buscar otras opciones laborales.
Por lo tanto, la llegada de estos emprendimientos en lugares remotos y poco poblados puede hacer que la gente se establezca y siga con su vida en esos lugares. ¿Puede ser esto considerado dañino o malo? No, sin dudas que no. Más aun teniendo en cuenta que no está probado que la industria minera sea contaminante y afecte la producción rural del lugar. Y si la afectara, aun así quedaría algunos podrían cuestionarse: si el daño es controlado y está limitado a ciertas áreas, ¿qué da más trabajo y dinero: la agropecuaria del lugar o la minería del lugar? Y ahí tendría que hablar Don Dinero.
Por otra parte, este tema de la minería puso sobre el tapete nuestra forma de dirigir el país y aunque parezca mucho, nos dejó pensando en la democracia directa o en la representativa, pero eso es tema de otro artículo.
Es increíble como una cosa lleva a la otra, un tema desemboca en otro, como si fuera una conversación de boliche, y al final terminamos arreglando el mundo.
Nomegusta que se consulte a la gente por todo.
Estamos en una época de referéndums y consultas populares permanentes. Desde todas las tiendas políticas se nos pide que opinemos sobre determinados temas: si bajamos la edad de imputabilidad, si queremos una minera, si queremos un puerto de aguas profundas, etc. Ya me pidieron que decidiera sobre empresas públicas, sobre la asociación de públicos y privados, sobre Pluna, sobre Ancap, sobre UTE, sobre reformas constitucionales, sobre la impunidad de los militares, sobre el voto epistolar, etc.
Esto abre varios aspectos de análisis, entre ellos: ¿Estamos preparados para opinar sobre los temas que pueden signar el futuro de gran parte de nuestro país, social y económicamente? ¿Existen medios para poder realizar las consultas populares en tiempo y forma?
Vamos al primer análisis:
¿Estamos preparados para opinar sobre los temas que nos consultan? Sin dudas que no.
Hay algunas cosas que se deciden con el corazón más que con la razón, y en esas si es posible consultar al la gente. Por ejemplo, la reforma constitucional que introdujo la segunda vuelta electoral, la ley de caducidad, etc. Pero para la mayoría de los temas, no estamos preparados.
No me pidan que decida sobre la baja de la edad de imputabilidad, porque no se que es la imputabilidad, ni que consecuencias puede traer, ni como manejar a los menores infractores. Yo los voté para que me aseguren que puedo caminar tranquilo por la calle y, que si alguien me roba o me mata, tendrá el juicio justo y la pena adecuada.
No me pidan que decida sobre si quiero a una minera en Rivera o en Cerro Largo, porque vivo en Montevideo y no tengo ni idea de lo que puede significar esa minera, para bien o para mal. Y lo mejor de todo, es que nadie, excepto los que viven ahí cerca pueden definir si es buena o es mala.
No me pidan que decida acerca de un puerto de aguas profundas en La Paloma , porque solo pensaré en como puede afectar el paisaje, me pondré xenófobo al pensar que el pueblo estará lleno de marineros coreanos, y putearé porque voy a tener que surfear en aguas contaminadas. Evidentemente no puedo pensar en lo que significa tener un puerto de esas características, el desarrollo económico, la posibilidad de generar trabajo, etc. Tampoco puedo pensar en la cantidad de gente que se dedica al turismo en Rocha, y que con el puerto se verá afectada.
En definitiva, es seguro que un ciudadano medio no está capacitado para opinar sobre los temas de importancia para el país. Aunque sin dudas existen honrosas excepciones, de personas creadoras de opinión, que son bien formadas e informadas y que pueden hacer un análisis cabal de las situaciones. Esas personas pueden administrar pérdidas y ganancias, ya que cualquier decisión que se tome sin duda dejará contentos y descontentos.
La segunda pregunta es:
¿Existen medios para consultar a la gente? Pero eso es tema de otra entrada en este blog.
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