Yo se que esto me va a generar problemas. Aquí meterse con las tradiciones y símbolos nacionales siempre genera problemas.
Pero no tengo más remedio que expresar lo que siento.
En cambio, el himno nacional es una tortura. Su música y su letra son antiguas, reflejo de una realidad que por suerte, ya pasó. Es muy difícil de cantar, tiene tanta introducción, montones de cortes y repeticiones de melodías, que hacen difícil saber en que parte estamos, ni cuantos “sabremos cumplir” van cantados. Ni que hablar de la letra, algo que repetimos sin saber, pero que no creo que sintamos.
“Orientales la patria o la tumba, Libertad o con gloria morir…” no quiero hacer una encuesta hoy para saber cuantos quieren morir por su país. Recuerdo al Cuarteto cantando “el primer oriental desertor”: solo quiero vivir a mis anchas, no me importa que bandera ondee en la plaza Cagancha.
“De este don sacrosanto la gloria…. Merecimos tiranos temblad” – Sacrosanto? No son conceptos para una sociedad laica. Que es lo sagrado? Que es lo santo? Ni que hablar del fraseo cortado. Pregúntenle al uruguayo medio lo que significa esa frase. Sólo nos acordamos del “tiranos temblad”.
“Libertad en la lid clamareeeeeeeemos y muriendo tambieeeen libertad” – Llama la atención que esto haya sido escrito en una época en la que la educación era privilegio de pocos. ¿Cuántos en el siglo XIX comprendieron este mensaje? Si querían que el paisano luchara y dejara el alma por la patria, podrían haberlo dicho exactamente así: peleen y dejen la vida por la patria. Pero…. Que es la lid? Clamar? Por favor, esos términos ya suenan pasados de moda de por si.
Pasando a la interpretación, el tono lírico se aleja del público medio, a quién le resulta más fácil cantarlo al ritmo de cumbia, candombe o murga. La única vez que lo intentaron, resultó interesante. Aquella vez en el Centenario, cuando Fattorusso y unos pocos transgresores lo cantaron en versión murga. Obviamente somos tan conservadores que al día siguiente esa versión sólo le había gustado a los que la interpretaron en el estadio. Pero ese es el camino, probar de modificar esa sempiterna interpretación lírica que nos torturó desde que éramos niños en la escuela. Ya lo hacen los gringos y otros países, por qué nosotros no? Por otra parte, ¿no hay coros y solistas que puedan hacer una grabación más actual? Porque la que se sigue escuchando parece haber sido interpretada en la época de Acuña de Figueroa.
Si nos pensamos que tenemos un himno único, basta con escuchar los vecinos y ver que somos todos víctimas de una época. Son todos iguales, tanto en letra (destacándose la patria por encima de la vida) como en música. El himno uruguayo está “inspirado” en una ópera de Donizetti así como el argentino en una sonata de Clementi. O sea, que ni la música inventamos. El himno de Chile está compuesto por encargo a un español que jamás visito dicho país. En resumen, fuimos países a principios del siglo XIX y se necesitaban himnos para identificarnos. De ahí nacieron varios de los himnos latinoamericanos. Y hoy, los niños sufren al cantarlos. Los adultos ya nos acostumbramos, ¿o aun no?
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