Cada tanto prendo la tele, y miro algún informativo. Luego del recuento diario de tragedias (accidentes, robos y asesinatos), los conductores dan paso a los temas políticos. Los políticos han perdido el rol protagónico de los informativos, para pasar a ser actores de reparto. Y algunos se merecen los premios “Fresa”, de tan malos actores que son. Si siguen así, van a entrar en el último lugar de los informativos, luego de las noticias sociales, empresariales y del espectáculo. Casi, casi antes del cierre.
Uno de los casos interesantes que vi hace poco fue el de las máquinas tragamonedas “ilegales”, que hoy existen en muchos bares, almacenes, cantinas de clubes, etc. Son máquinas de pésima calidad, y no fabricadas en nuestro país.
Las máquinas, ¿generan adicción? Supongo que a algunos sí, como el alcohol o el tabaco. Por algo hay grupos de jugadores anónimos, al igual que de alcohólicos.
Las máquinas, ¿son consideradas dañinas para la sociedad porque generan adicción? Evidentemente no, ya que son legales, están en los casinos municipales, estatales y en salas especialmente habilitadas para esto (¿qué tiene que ver el turf con las tragamonedas?). O sea, el Estado se preocupa de cuidarnos de algunos vicios, pero nos habilita otros, a los mayores de 18 años, que se supone que somos responsables y serios.
Hecho este breve análisis previo, someto a vuestra consideración la campaña realizada para “combatir” las tragamonedas. Aquí van los argumentos:
Supuestamente hay que regular esta actividad “ilegal” ya que están al alcance de toda la población (mayores y menores), y sólo debieran estar restringidas a los mayores de edad.
Otro argumento que se esgrime es que se “desconoce su procedencia y no se puede saber cuándo y cuánto pagan”.
El último y más hilarante es que “hay que darle un servicio de calidad al cliente, que tenga ciertas seguridades para el juego”.
Como decía Les Luthiers… “Señññññññññora… y si el hombre de la bolsa tampoco quiere tomar la sopa?”. ¿Nos toman por giles? Si! ¿Nos dejamos tomar por giles? Si, porque no nos importa. En realidad es un tema tan estúpido, que sólo puede estar en la agenda de algún político de segunda.
Vamos a lo básico: si se quiere combatir el delito de las “tragamonedas truchas”, empiecen por impedir su importación o su contrabando!! Rastreen hacia atrás, ya que esas tragamonedas entraron a Uruguay por algún lugar, alguien las recibió, alguien las vendió o alguien las alquila a los locales!. Eliminen la causa raíz, y déjense de darle vueltas al asunto.
Que las máquinas paguen o no, no es un problema del Estado, simplemente es una cuestión de confianza entre el cliente (el apostador) y el fabricante de la máquina (vaya uno a saber quién es). En este punto, el Estado no debiera intervenir, y habría que dejar que el mercado marque sus límites. Aquellas máquinas que pagan poco dejarán de usarse en el tiempo, y aquellas que pagan mucho no serán rentables y también dejarán de usarse.
Por último, si con la regulación lo que se busca es recaudación, ese es otro cantar. Lo ideal sería decirlo claro: hay una actividad comercial que pasa a la vista de todos y en la que el Estado no obtiene su tajada.
Señores Políticos: si siguen así, se van a quedar sin aparecer en los informativos, y los periodistas que cubren vuestras notas y les dan vida, quedarán si trabajo y tendrán que poner máquinas tragamonedas en sus casas para subsistir.
Los dejo, porque me voy a jugar a la mosqueta en 18… aunque algunos no quieran, esa si que es legal, y no paga nunca!
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